Por Manuel Espino
La conducta del Partido Verde parece no tener límites ni reconocer fronteras éticas, democráticas o incluso jurídicas. Este partido de rostro joven y viejas argucias en las últimas semanas ha atacado las leyes electorales desde diversos frentes, con tácticas que juntas forman una clara estrategia: explotar las lagunas del marco legal, haciendo de la impunidad el camino al éxito electoral.
Lamentablemente para ellos y afortunadamente para México, su estrategia está condenada al fracaso. Solo han logrado exhibirse y dejar claro a los votantes su verdadera estofa.
Lo de menos es que se les hayan acumulado multas por casi 200 millones de pesos, pues a final de cuentas pueden subsanarlas con créditos bancarios cuyo pago garantizan las generosas prerrogativas que reciben como partido político. Para ellos no hay consecuencias pues el pueblo paga.
Lo verdaderamente significativo es la riada de triquiñuelas que han mostrado. Los “cineminutos”, la donación de lentes, los calendarios, las tarjetas de descuento, la envoltura para tortillas, los espectaculares, el abuso en la promoción televisiva y radiofónica, el uso de personalidades televisivas, son aspectos de un mismo mensaje: al Verde no le importa la ley.
Ese mensaje ha sido recibido ya por la ciudadanía y seguramente se reflejará en las urnas el próximo 7 de junio. Aunque no es remoto que pueda alcanzar a formar una bancada de unos 30 diputados en la próxima legislatura, queda claro que el verde es cada vez más un ribete costoso para el partido en el poder presidencial, donde ya hay resistencias para seguirlo llevando en hombros, aunque en el tricolor no hay condiciones para deshacerse de tan incómodo compañero de viaje.
Así que en su papel de rémora electoral los verdes sabrán sacar provecho para ganar curules federales este año y fortalecer su ulterior propósito: ser indispensable aliado del PRI hacia la sucesión presidencial.
Ello podrá ser un logro en el corto plazo, pero en el mediano ya se han confirmado como el “giro negro” de la política mexicana, dejando claro que sus estrategias son una amenaza a la democracia, al sistema de partidos y a la representatividad misma de nuestro sistema.
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