Por: Gregorio Ortega Molina/ ESPECIAL NOTIMICH
Pueden, los mexicanos, tener la certeza de que si los funcionarios de gran nivel y mayores aspiraciones, así como sus familiares, acudieran a la clínica de medicina familiar que les corresponde, o a la de especialidades, de acuerdo a su enfermedad, o al hospital, la calidad de los servicios para todos mejoraría en un cien por ciento, porque así es la condición humana, pero no, no sucederá

Al gobierno de EPN le ha dado por cuidar los centavos y descuidar los pesos, y en ello además de comprometer su futuro disminuye las posibilidades de éxito de los mexicanos.

Austeridad no es haber suspendido la cena del 15 de septiembre en Palacio Nacional, como tampoco lo es la tontería de pensar en vender el nuevo avión para uso del Presidente de la República, no de EPN, repito, sino del presidente constitucional de los mexicanos. ¿O nos resultaría menos oneroso que por continuar volando en el avión adquirido por Jolopo y estrenado por MMH padeciera un accidente? La seguridad y la salud del titular del Poder Ejecutivo es un asunto que concierne a todos y conviene a todos.

¿Y los otros poderes? Otra vez Amlo impone agenda. ¿Por qué los ciudadanos de a pie han de pagar los coches nuevos de los miembros del Congreso, el uso de sus celulares, los seguros de gastos médicos mayores, comidas y otros excesos? Aunque el dios tutelar de Morena se quedó corto. ¿Por qué pagarles los pasajes de avión cada fin de semana a sus lugares de origen, o los peajes de las casetas y la gasolina? ¿No ganan lo suficiente como para hacer esas erogaciones de su bolsillo?

En cuanto al uso de los servicios médicos proporcionados por el Estado, ¿por qué no invertir en el ISSSTE lo que se eroga con las compañías de seguros? Pueden, los mexicanos, tener la certeza de que si los funcionarios de gran nivel y mayores aspiraciones, así como sus familiares, acudieran a la clínica de medicina familiar que les corresponde, o a la de especialidades, de acuerdo a su enfermedad, o al hospital, la calidad de los servicios para todos mejoraría en un cien por ciento, porque así es la condición humana, pero no, no sucederá, porque los funcionarios públicos, los legisladores, los jueces, magistrados, consejeros y ministros, están hechos a mano, son de otra calidad y diferente especie a la del común mortal. Les da “repelús” la medicina social.

La austeridad es fingida, tanto como la necesidad del halago o la sensación de poder que los que lo ejercen necesitan para vivir. Muy bien pudieran prescindir de asesores a los que no escuchan o que dejaron de oír hace mucho tiempo, en cuanto consideraron que por haber llegado a los primeros círculos del poder, adquirieron, por osmosis, estirpe real, se convirtieron en parientes cercanos de los dioses.

La austeridad de verdad, la real, empieza por modificar la condición humana: “La democracia misma nos hizo demócratas, y no de un día para otro. Pero era tan frágil, tenía unas raíces tan débiles, había nacido en condiciones tan difíciles, que no podía calar de verdad, a no ser que se hubiera hecho lo que no se hizo, un inmenso esfuerzo pedagógico, una tentativa de convertir cuanto antes en tradición lo que todavía estaba recién inventado”.

A los mexicanos, pero sobre todo a sus políticos, les encanta vivir en la impostura. Quieren ser lo que no son y no pueden ser, sin antes haber transformado la condición humana. Un cambio de estructuras mentales, propuso LEA, y él mismo lo olvidó en el frenesí del poder.